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Mostrando entradas de marzo, 2015

Ella: causa y consecuencia.

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Ella es la causa de ese "nunca más" que tanto me suplica el corazón. Es la musa de mi hoja en blanco, la que hace que mis sábanas pierdan el orden y el norte. Ella es el puente del que se enamoran todos los suicidas, es la botella favorita de whisky del borracho del bar de la esquina. El último cigarro de quien dejó el tabaco, la calada más larga y el humo más denso. Es el salvavidas del naufrago perdido, y el pirata del barco sin capitán. La isla olvidada, y a la vez más deseada. Ella es poesía, verso y vocablo. Ella es el "quiero y no puedo", el "puedo y no quiero". Ella es acción y reacción. La que nunca quiso ver herido a nadie y se interpuso entre la bala y la víctima, tantas veces lo hizo, que acabó rompiéndose la coraza. Ella es la que se niega a volver al lugar donde partió, evitando así, revivir lo que la mató. Es la que anda sin destino, porque hace suyo el camino. Ella, causa y consecuencia de la hi

La revolución de la generación perdida

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Nos llenaron la cabeza, el alma y el corazón de razones para no creer en nosotros, nos juraron que no merecía la pena luchar, porque total, ya estaba todo perdido. Y entonces nos convirtieron en marionetas, que no sienten, ni quieren sentir. Porque tienen miedo al latir. El tiempo ha hecho que el amor, su concepto, y su definición sólo esté en los versos de un poema o en la letra de una canción. Neruda se fue cuando acabó la primavera, y ya nadie cree en la pasión. Machado desapareció entre los vocablos de su dolor. Bécquer dejó de vestir su poesía con metáforas, fue él quien dijo lo de: "Aunque no haya poetas, siempre habrá poesía." Pero yo sigo creyendo que necesitamos más poetas que nos partan el alma. Somos la causa y el resultado, la consecuencia de una sociedad en la que soñar es de locos sobrevivir una rutina y vivir la excepción. Generación de cobardes que llevan por bandera las ganas de ser feliz y el poco coraje de luchar p

Hay comienzos que comienzan al final.

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D espués de ese silencio que para mí fue eterno, pero que tú hubieras deseado que durase mil años, pasó. Recuerdo el percibir tu miedo en cada paso que dabas hacia mí, te acercaste lo suficiente como para tener la posibilidad y el espacio de volverte y desaparecer en el caso de que nada saliese como habías planeado. Lo dijiste sin pensarlo, porque temías lo que acabó sucediendo, el error de tu vida y el comienzo de la mía. Tratamos de llevar la situación entre falsas risas mientras que nos ahogábamos ante un futuro con más dudas que certezas, pero en ese momentos nos creímos invencibles, como si tú decisión no nos hubiera roto y el corazón nos siguiera latiendo al mismo tiempo. Y como nunca entre promesas que jamás llegaríamos a cumplir y un abrazó que macó el punto y final a nuestra historia, llegó el momento en el que nos tocaba avanzar solos, y tanto avanzamos que acabamos perdiéndonos para siempre. Fuimos protagonistas del dolor que se siente al sentir demasiado.

"Pensarte los domingos se ha vuelto rutina"

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Parece que el pensarte los domingos   se ha vuelto rutina Es como si se hubiera convertido en el día oficial,  en el que te entran ganas de mandar todo a la mierda. Yo que me creía vencedora de esta partida,  y al final he acabado siendo la vencida. Yo que creía haber superado nuestro amor,  me he dado cuenta de que aún lo echo de menos. No conozco otro precipicio que no sea el de echar de menos  eso que no va a volver.  Que ya ha pasado media vida  y sigo anclada al momento en el que me hice adicta a tu mirada. Creía que mi mayor obstáculo sería curar el corazón que un día me rompiste,  pero me he dado cuenta que mi condena  es vivir con las cicatrices que me quedan de esta guerra. Es como si una parte de él te perteneciera solo por el hecho de haberlo dejado morir,  o más bien,  haberlo matado. Como último deseo te pido que nos hagamos los locos y olvidemos la historia que nos dejó en bancarrota de ilusiones, que yo ya pagué las deudas que tenía contigo y conmigo.

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