El abismo del poeta sin corazón

Y la niña sentada en un rincón del inmenso patio se preguntaba por qué a ella siempre la escogían la última para jugar, por qué no la podían querer igual que el resto de sus compañeros. No entendía por qué extraña razón las personas le daban la espalda, no la miraban y no la escuchaban cuando hablaba. ¿Seré invisible?- Se preguntó. Mira asustada a un mundo al que no pertenece, en el que no la incluyen, en el que no se ve representada. Tiembla y asoma en su mirada un mar de inseguridades, tan solo necesita no tener que buscar un escondite cada recreo para alejarse de bocas que solo la apuntan y lanzan mentiras. Cada mañana suena el despertador y como alguien que desea ir al colegio, se levanta y camina. Toca el timbre y cada día inventa una excusa que no dirá a nadie, para salir la última al patio y restarle minutos a la soledad, con la mirada anclada a la libreta en blanco evita tropezarse con los murmullos y las críticas que llevan su nombre. Sale del colegio y con la son

Y como el diablo destruyes todo a tu paso, quemas la primavera, las flores que te enseñaron a contar tus desamores y a superar el dolor que te suponía que lloviera sobre mojado. Te desviviste por ordenar una vida que ya no te pertenecía, creíste que los problemas del corazón se solucionan con simples estrategias como si alguien te hubiera invitado a jugar, como si con participar ya se pudiera ganar. Andas por el asfalto, creyendo que lo haces tuyo a cada paso, imaginando que eres alguien en este puto teatro, pero solo eres un títere más, atado y controlado por un miedo que te condena a buscar la felicidad en camas que no son tuyas en sábanas que huelen a las flores marchitas, las que un día dejaste morir porque preferiste correr, arrasar con todo y con todos, negándole la mano a quien te vio el corazón y no se aprovechó de tu dolor.

-Dedicado a quien es capaz  de solucionar el mundo en una noche con un abrazo- Noches, que entre copas y bromas de repente, ante el mundo un corazón se desnuda y los lagrimales se desatan haciendo de la nada, un motivo para hundirte. Miras a tu alrededor y solo queda una multitud preocupada por su próximo trago. Te miras el pecho y solo puedes ver un corazón sangrando, dando su último suspiro. Pero la tristeza le cede el último paso a la esperanza. Aparece ese que es capaz de dejar la copa para salvarte de la tormenta. Te acompaña en la tortura que supone perderte, te quita toda pena y al verte sonreir, te abraza como quien recupera a quien creía haber perdido.

Tengo una vida que no quiere consumirse, unos labios que no quieren hacerle paso a un suspiro para que apague las luces de las diecinueve velas a las que le pediré un deseo que jamás se hará realidad. El miedo se apodera de mi cuerpo, y esclaviza a un corazón que quiere sentir como si nunca lo hubieran roto. Demasiado vivido para alguien tan pequeña, solía decirme la coraza que me ata. Y suspiraba y rezaba para que todo se tornara. Para querer crecer y dejar atrás esa parte de mí que me retiene en el tiempo.