El abismo del poeta sin corazón

Dejarte marchar, y verte andar entre carreteras haciendo señas al avanzar. En tu piel quedaron todos los kilómetros desgastando la suela de los zapatos. Marcando tus pasos, le diste paso a una vida que rechazaba los fracasos. Dejando atrás cada vaso que se quedaba en ese bar de carretera viejo y desgastado. El corazón te sangraba dejando rastro para hacerle saber al cielo que allí donde estuvieras, en el recuerdo del tiempo quedaría grabado. “Nadie sería capaz de olvidar a alguien que vendió su alma al diablo a cambio de una copa más y un disparo menos en el pecho.” Me decías siempre después del último trago. A pesar de que me dijiste que de ninguna manera podías desaparecer al amanecer ya nunca más te vi volver. Entonces tuve que agarrar tu recuerdo, para que, al despertar en otoño, no volviera a ese bar que aún olía a ti, para buscarte en esa última copa que siempre me prometías, jamás cumplimos y cada noche quise

-Si no trabajas para conseguir tus sueños alguien te contratará para cumplir los suyos.- Tony Gaskins Pisaba el escenario y hacia estallar las estrellas. Bailaba y el mundo olvidaba sus penas. Sonreía y la vida, durante un segundo, se paraba ante ella. Se movía como un pájaro surca el cielo en mitad de la noche, dejaba huella a cada paso, la mirabas y allí estaba te girabas y desaparecía. Tan rápida como la alegría, tan necesaria como la esperanza. Nació, creció y vivió siempre con un corazón que bombeaba al ritmo de la música. Bailaba cada mañana hasta que el dolor la consumía, entonces paraba, respiraba y continuaba. Dedicaba sus noches a planear un futuro donde su principal objetivo era estar en los mejores escenarios. Tanto lo quiso, tanto lucho y tanto lo deseo que el mundo entero cayó rendido ante ella. Y sabías quien era, porque cuando la mirabas a los ojos te hacia sentir cuanto amaba lo que hacía. Detrás de cada paso había mil caídas.

Miradas ancladas al suelo, ganas que con los años se desgastan, opresiones que ya no pesan, mentiras que con el tiempo suenan a verdad, muros que ahogan pero con las horas se convierten en parte del paisaje. Y así es como el esclavo corre detrás de sus cadenas, se niega a vivir fuera de esas barreras. Es y será por siempre preso de sus ideas, de su miedo a no ser nadie allí donde hay libertad. Su amo cada día le repetía que su esclavitud era lo único que le ligaba a la realidad, porque allí donde se pone el sol los humanos son iguales que él, la única diferencia es que sus cadenas no se ven.

Te di un beso en la frente y pude rozar tus sueños. Sonreí al ver que unos ojos tan negros pudieran estar repletos de recuerdos tan vivos. Sentí tu irá al ver una injusticia, me perdí en la inmensidad de unas ideas tan bellas y me enamoré de esas alas tan bonitas y tan escondidas que llevabas. Entonces comprendiendo tu dolor, me acerqué y mis labios rozando los tuyos revivieron ese corazón que hace tiempo se dio por vencido, las alas temblaron y tu boca lanzó un suspiro. Esa noche fue la última que me anclé a tu mirada, esa noche el cielo ganó la estrella más bonita. Y fue esa misma la noche la que creamos el paraíso.

Harta de andar siempre midiendo cada paso,  viajando a una velocidad que no debía,  andando en vez de volar,  y siempre por alguien que no iba detrás de ella. Ciega de ganas  y muda hasta decir basta,  capaz de alcanzar la luna  e incapaz de mirar a las estrellas. Era la esencia del poema  que nunca se pronunció en alto,  la sonrisa de la muerte,  la otra cara de la moneda. Aprendió que nadie baja del cielo para cuidarte,  que todo lo que tienes  es porque un día la vida  decide ponerse de tu parte,  y que por mucho que quisiera  a quien poco la quiere,  no conseguiría una pizca  de ese corazón cerrado por derribo.