Entradas

Mostrando entradas de mayo, 2016

No me esperes

Imagen
Y aunque siempre el escenario de todos los poemas sea el abismo nunca dejará de ser mi lugar preferido, me confesaste. Tras diez pasos de baile, una balada entre nuestras manos y una bala atravesando el instante me dijiste: "Coseré tus heridas como si fueran mías." Entonces todo cambió, el cielo cayó sobre nosotros, el suelo se rompió en dos y el tiempo dejó de contar las horas. Tuve miedo, como en todos los comienzos, las ganas de correr y huir eran insoportables, un corazón con miedo al devenir y una mente insistiendo que era el momento de vivir.  Noté en tu mirada que una idea había pasado por tu cabeza y que poco a poco se iba convirtiendo en una certeza, me resentí como si ya fueran dos mis problemas: tú y yo.  Nadie se atrevería a vivir una historia si cada paso que da es hacia atrás, en dirección a la salida de emergencia. Podríamos decir que mirarte a los ojos es morir, pero si a ello le sumamos dos poemas en los que dejó caer un "quizás" es como s

El abismo del poeta sin corazón

Imagen
Escribiendo aprendí a gritar, a ponerle voz a sentimientos que nunca había oído hablar. Sorprendí a la pena mostrándole unas letras donde ahogarse, le ofrecí a la vida un espejo donde reflejarse y no asustarse. me di un lugar donde dejar de sobrevivir. Dejé de caminar como si alguien me estuviera buscando para empezar a hacerlo como si cada paso me fuera a sacar del abismo, devolviéndome todo lo que había perdido. Y aunque mil veces le cediera mi dolor al poema y escribiera como si hubiera visto llorar                                                         [al protagonista de cada vocablo,] era yo partiéndome en dos, intentando escribir el verso perfecto en el poema más triste, porque sabía que romperme a escribir era la única manera de encontrar las piezas, de aprender a reconstruirme entre las ruinas de mi propia vida.

Kilómetro cero

Imagen
Tengo miedo, y por primera vez en toda una vida lo digo gritando y mirándole a los ojos a la cobardía. Esperando levantarme una mañana  y tener los cojones  de subirme a ese tren sin romperme a llorar,  sin temblar al dejar el pasado atrás, al presenciar como todo lo que fui se queda en el andén. Probablemente niegue el dolor,  probablemente esconda  cada herida  nacida de la pena  y nunca acepte lo que para mí será esa despedida.   Pero seguiré luchando  porque a esta vida,  como mil veces me repetisteis, hemos venido a ganar;  porque desde pequeña  me enseñasteis a correr  mientras todos los demás caminaban. El tren llegará a la estación y sólo entonces, no podremos prometernos  más  que un billete de vuelta  antes  de que el mundo desaparezca.

Visitas

Seguidores