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Inhala, exhala...

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Que respire el alma, que exhale el corazón. Que se oxigene la angustia y se expulse así el desazón. ¿Cuántos "te quiero" lanzados al viento necesita la tormenta que llevas a cuestas para encontrar la calma? Se hacen infinitas las ideas que se enredan en tu cabeza, alimentándose de todo aquello que te remueve las entrañas, rescatando fantasmas del pasado para traer al presente miedos que ya no te pertenecen. "¡Basta!", grita el cuerpo que no puede resistir ni un ápice más de ese devenir que te revuelve las ideas. Ni mil respuestas te devolverían a tu ser, ni mil abrazos serían capaces de atrapar aquello que te atormenta. Al final del día, cansada y desnutrida de nutrirse de tantas ideas vacías, una siempre decide entregarse al destino. Jen Ament

Recuerdos de Vietnam

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Crecerás, florecerás, te marchitarás, te harás tierra, resurgirás una y otra, y otra vez, y muchas veces más- He identificado que mi estrategia frente al miedo es recrear mi vida como si nunca hubieses llegado tú. Olvidarme de lo que compartimos, de lo que nos une y del tiempo que disfrutamos cuando pasamos los días juntos, para volver a hacerlo solo mío. Y me obligo a olvidar que estás, por si algún día de verdad me giro en mitad de la noche y ya te has ido.  Entonces me invento una vida en la que solo estoy yo, aunque tú estés sin estar, desde la distancia que separa nuestros cuerpos. De modo que me repito mil veces en mi cabeza que no pasa nada si me dejas de querer o esto no funciona, que el mundo seguirá girando incluso cuando tú andes en otra dirección. Me reitero como un mantra que si una vez fui a la guerra y pude regresar, no podrás conmigo. Me asusto y me obligo a odiarte para no quererte. El vértigo me aleja del corazón haciendo olvidar lo que me llevó hasta aquí. Y aunque m

Modo avión

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Sé que te quiero y que me esperan más aeropuertos. -Andrés Calamaro- Subirse a un avión conlleva mucho más que pagar los billetes, conseguir que la ropa y las joyas de una semana quepan en el equipaje de mano, que la coordinación exquisita de pasar con dignidad la seguridad del aeropuerto y la de llegar a tiempo a la puerta de embarque.  Cuando uno decide viajar, y por ende, subirse a un avión, son muchas las preguntas a las que nos enfrentamos. De repente, te cuestionas qué huella has dejado en quienes decidieron compartir la vida, las terrazas y la tristeza contigo. Quién allí abajo está esperando tu mensaje avisando que tienes los pies sobre suelo firme. El corazón elige qué palabras leerá esa persona. Cuál querrías que fuera el epitafio de esa eterna conversación. Ese mensaje al que volverían para recordarte.  A pesar de que la probabilidad de morir en un avión es de 1 entre 205.552, reflexionar sobre la muerte a bordo adquiere una connotación más transcendental que hacerlo en las

La noche más gris

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De repente una noche cualquiera, por ejemplo, esta noche, hubiera sido capaz de olvidar todas las heridas que impregnan mi cuerpo, y llevan tu nombre, a cambio de sentir el tuyo arropando el mío. He echado de menos tu calor en esta noche de verano. Al girarme he vuelto a ver tu lado de la cama vacío y t e he buscado aún sabiendo que quizás ni siquiera te acuerdes de cómo era mi tacto. O asumiendo que no me buscas en tus noches más tristes. Por un momento solo he podido recordar tu boca junto a la mía con una carcajada de por medio que se entrelaza y se asfixia con todo el amor que un día nos tuvimos.  Por un segundo nuestra vida estaba impregnada de momentos buenos empujando al olvido todos aquellos que nos condenaron a lo que hoy es nuestra vida. A veces me permito recordarte feliz y junto a mí. A veces olvido tus malos días, la pena que te acompañaba y los te quiero que no me dijiste.  Me permito inventar la historia de amor que siempre merecimos y siempre nos la arrebataron  tus día

Todo llega, todo pasa

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Un día cualquiera, en cualquier parte del mundo te golpeará el recuerdo de lo que un día fuimos.  Una noche me buscarás en tu cama como otras muchas noches te busqué yo en la mía. Te acostarás con la noche a cuestas y la pena desgarrándote el recuerdo. Despertarás con el vacío de una vida en ruinas. Te acordarás de la última vez que saliste por la puerta dejándote el último resquicio de corazón en mi casa y saliste frío como el hielo.  Entonces la culpa aparecerá en tu vida para recordarte con todo lo que arrasaste y no te importó. Nos recordarás en nuestros mejores momentos y sentirás que necesitas que te quieran de nuevo, exactamente como yo lo hice.  La mente te llevará hasta Ámsterdam, Portugal, las que fueron nuestras calles y mi cama. Te llevará a todos los lugares que un día nos pertenecieron. A los bares que inundamos de besos. Y querrás no haberte ido nunca de allí. Porque la vida no perdona y si yo cargué con la pena tú con la culpa cargarás. Y a pesar de que hayas pasado

Te encontré en la noche

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Esa noche, en una cama que no era la mía, me pregunté en cuantas bocas debía de volver a morir para olvidar la tuya. Esa noche dormí con el recuerdo de lo que éramos. Deseaba que al girarme pudiera ver tu espalda y agarrarme a ella. Quise rozar tu piel y no esa. Quise quererte a ti. Que fueras tú el que estaba a un palmo de distancia. Aquella noche fuimos tres: él, yo y tu fantasma. No dejabas de ser un recuerdo permanente, que más que recuerdo era una herida brotando, desangrándose y pidiendo que la besaran. Era yo luchando porque te fueras a la par que abrazaba lo que fuimos. Era yo sin ti suspirando por un nuevo comienzo. 

Después de perderte, me volví a conocer

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Qué vértigo no dejar de pensarte nunca. Encontrarte por la calle y que me duela el pecho. Que el suspiro de la nostalgia se agarre a mi recuerdo y me desgarre por completo, otra vez. Qué dolor volver a pasar por ese corazón que ahora está en ruinas. Que sienta la angustia como si fuera tu mano la que me asfixia. Que duelas como el primer día, que vuelvas sin llamarte, que llores sin pena, que no me recuerdes, o que si algún día lo haces, lo hagas desde la distancia. Qué liberación no tenerte cerca, no saber si tus pasos se acercan o se desvanecen, no escuchar tu silencio, no sentir el vacío de nuestros cuerpos en mitad de la noche.  Pero qué felicidad volver a conocerme a través de estas letras que brotan del dolor, reencontrarme con la que un día fui, volver a quererme, olvidarte mientras me recuerdo.

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