Alas para dos

Era un huracán imparable, una locura transitoria.
Volaba porque huía de todo lo que la ataba,
volaba para encontrar la libertad,
porque libertad era ella 
y siempre he odiado las cadenas,
siempre he odiado todas las que no fueran ella.

Cuando caía la noche y no sabía donde encontrarse
lo hacía en corazones que no eran suyos,
con palabras que no salían de su boca.
Era capaz de encontrar la felicidad
en cualquier bar de Madrid,
pero no con cualquiera que se rindiera a sus versos.

Paraba la ciudad con su suspiro,
callaba para escuchar mi boca rozar su comisura.
Y así dimos paso a todos los pasos
que nos llevaron a tantas camas vacías
las cuales llenamos con suspiros y algo de amor,
no tanto como el que nos tuvimos.

Pero nos guardamos el suficiente
como para ocultarnos y convencernos
de que aún éramos nuestros.
Sin darnos cuenta de que ya éramos el uno del otro
y así sin saberlo nos perdimos,
pero hay quien dice que mereció la pena
si al menos nos quisimos la mitad de lo que fuimos.

Y aunque se nos acabaron los bares,
entre copa y copa pude entender la vida únicamente
viéndola reflejada en su mirada,
porque así era ella,
alguien capaz de hacer lo complejo más sencillo
sin hacerle perder el sentido.



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