El huracán que arrasó con mi corazón.


Desde que desapareciste de mi vida el mundo ha dejado de girar,
todos los días de la semana parecen lunes
y el fin de semana se ha convertido en un suicidio
porque te pienso cada día de ellos.
Me vienen los recuerdos de cuando ser feliz era posible
y no conocía esta puta sensación
la que me hace perder la cabeza
y lo poco que me queda de cordura,
porque cielo, esta locura
no tiene cura.

Muero con cada recuerdo
e intento revivir con la esperanza
de tu regreso.
Le suplico a la vida un último aliento,
una posibilidad para superar este dolor
que me está consumiendo.

Hace tiempo me dijeron que no merece la pena echar de menos
[aquello que no va a volver.]
Que son fuerzas que perdemos por miedo a estar tan vacíos
que ni siquiera nos quepa el poder extrañar a alguien.
Entonces es cuando pienso
y me doy cuenta
de que tu recuerdo
se ha vuelto necesidad desde que no estás.

Me pregunto si fuiste el amor de vida,
si aparecerá otro que me mire con los mismos ojos
que me mirabas tú,
si podré desear alguna vez otros brazos
en los que echarme
cuando no me quede otro lugar en el mundo
donde ir.

Me pregunto si querré morder otros labios
que no sean los tuyos,
si querré fijarme en otra sonrisa
que no sea la que se te dibujaba en el rostro
cada vez que me mirabas.
Si alguna vez perdonaré a otro que llegue tarde
porque se quedó dormido
en un descuido.


Tendré que reinventarme,
probar suerte en esto que llaman amor,
y aprender
que después de ti sigue habiendo vida.


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