Detrás de la piel

Me encantó que volvieras mil veces al mismo lugar donde nos matamos y darme así la oportunidad de odiarte, de tener que dejar a un lado una parte de mí para deshacerme antes de ti. Volvías y yo le decía al mundo que no me dejabas avanzar, pero en realidad era yo que no quería hacerlo. De esta manera te convertí en la excusa perfecta para una huida cobarde. Todos preguntaban si había conocido a alguien y con una mirada dispersa y una sonrisa esquivaba aquella pregunta, esperando que me preguntaran por ti, porque aquella pregunta era a la única que tenía una respuesta. Era experta en responder sobre vidas que no fueran la mía, porque mirar hacia dentro y verme vacía me daba más miedo que la propia muerte. Comprendí que te quería. Te quería para olvidarme de mí, te quería para no aceptar que el problema de mi vida era yo y no tú. Que el problema era conocerme a partir de ti y no con mis alas rotas. La solución no era hacerte eterno, sino regalarme unas alas nuevas. Escribirte...